Colombia, un laboratorio di pratiche, riflessioni e ricerca per l’America Latina a cura di Pepe Barbieri e Mario Tancredi

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Algunas ideas sobre la sustentabilidad y las dinámicas del territorio urbano-rural en Colombia.
Liliana Giraldo, Preside facultad Ciencias del Hábitat Unisalle Bogotá
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Unas de las dimensiones más relevantes en la que se ha entendido el desarrollo sostenible tiene que ver con las consecuencias generadas por la productividad creciente con una perspectiva puramente económica, olvidando algunos aspectos que permiten el desarrollo de las personas de manera armónica con el territorio y con otros grupos humanos. En contraposición con esta visión economicista del desarrollo, Manfred MaxNeef subraya, con respecto a la sostenibilidad del territorio, que sólo cuando se empieza a sugerir que la visión social es importante en el desarrollo, la economía ha echado mano de la ecología como un salvavidas a sus planteamientos limitados macroeconómicos teniendo en cuenta aspectos que hasta el momento, eran invisibles en la contabilidad de la producción. Esto tiene que ver entre otros muchos aspectos, con los servicios ambientales prestados por la naturaleza, como la absorción gratuita de contaminantes, y también con su capacidad de proporcionar agua, energía, elementos y compuestos químicos y riqueza naturales en general. Es en este momento es cuando se empiezan a sugerir otras perspectivas de la sostenibilidad que afectan la economía como las "externalidades", los "impuestos pigouvianos", las atribuciones a los "derechos de propiedad" entre otros.

En respuesta a esta concepción de sostenibilidad, emerge la idea de la sustentabilidad que trae consigo una concepción inseparable de futuro y de re-construcción del buen vivir, contraria a la idea de la productividad económica que pone en relieve la asimetría e inequidad de las estructuras sociales y del medio ambiente y genera una situación de riesgo tanto para el entorno natural y el construido, como para el hombre. Por tanto, la sustentabilidad se relaciona con la población, el territorio, el desarrollo balanceado y equitativo, con visión prospectiva y armónica, desde donde surge la idea de Desarrollo Humano Integral y Sustentable -DHIS. [1] Mirando hacia los años venideros es ineludible una reflexión sobre la relación del hombre con su forma de habitar, que cada vez se relaciona más con la urbanización del territorio y el crecimiento de las ciudades. Según datos recientes de la ONU, el 60% de la población mundial habitará en centros urbanos en 2030, mientras que para el 2050 lo hará un 70%. En la actualidad hay aproximadamente 922 áreas urbanas en donde viven más de 500 mil habitantes. La población total en estas áreas es de 1920 millones de habitantes, cifra que representa el 51% de las población urbana mundial.

En cuanto a las condiciones de inequidad de la población, se espera superar el déficit de los derechos básicos como la integración y protección social, el sustento económico, el respeto por la cultura y la participación como ciudadanos. El carácter de desequilibrio en la población viene como consecuencia de la movilidad urbano-rural que se asocia con los grupos humanos y su procesos de migración en el territorio. Ello implica una dinámica de desplazamiento constante de lo rural a lo urbano ya que las ciudades representan un papel importante como foco de atracción, no sólo como proveedoras de empleo, albergue y servicios, que ofrece un importante sentido de seguridad, sino también como centros de desarrollo cultural, educativo y tecnológico. Las ciudades son un mundo amplio de oportunidades que dan apertura a la productividad tecnificada e industrializada y con ello mayores fuentes de subsistencia económica. Sin embargo, las condiciones urbanas derivadas del rápido crecimiento de la población también generan problemas de desempleo e informalización laboral, crecimiento urbano densificado y sin planificación, segregación espacial y social, degradación ambiental, deficiencia en la prestación de servicios urbanos, sobrecarga de la infraestructura existente y carencia de acceso a la tierra, recursos financieros y vivienda digna. Estos fenómenos de crecimiento acelerado de la población y su alto impacto en las ciudades, hacen que la atención de las políticas públicas y de la inversión estatal y privada se concentre principalmente en la sustentabilidad del medio ambiente urbano. 

En el escenario rural, la sustentabilidad esta presente en el imaginario como respuesta a los procesos de productividad de la tierra y con ello a su tenencia como fundamento del desarrollo económico. En Colombia, la desequilibrada distribución de la tierra ha sido un obstáculo para el desarrollo humano en las zonas urbanas pero sobre todo en las rurales. Según el informe Razones para la esperanza, Colombia rural del PNUD, la tenencia de la tierra juega un papel fundamental en la productividad económica y en la estructura social rural. La tierra no es solo un factor productividad, también representa una fuente de riqueza, poder y prestigio para los más adinerados, y para los menos favorecidos es un modo de vida y la cuna de la cultura y las tradiciones. La tierra también se ha convertido en objeto del conflicto armado en el país entre grupos con diversos intereses políticos, económicos e ideológicos que hacen que el campo se convierta en su trinchera y la fuente de abastecimiento económico y de reclutamiento de hombres y mujeres para fortalecer sus filas de combate. La ocupación y uso inadecuado de la tierra debido a los conflictos armados, los cultivos ilícitos, la explotación minera incontrolada son algunas de las razones para el desequilibrio de la productividad y la inequidad social. Por tanto, la tierra y sus dinámicas productivas juegan un papel estratégico en la concepción de desarrollo humano integral y sustentable.

En el sector agrario, la relación con la tierra genera varias dinámicas y conflictos que se evidencian en las relaciones con tres factores fundamentales: el poder político, el desarrollo de la persona y la estructura social. En la última década la tradición agraria se ha visto afectada por el impacto del crecimiento de la ganadería extendida, los cultivos de productos foráneos tecnificados y a gran escala y la profunda huella que produce la extracción minera causando negativos efectos en la calidad y fertilidad del suelo y poniendo en peligro la biodiversidad de las regiones. Todo ello se traduce en una baja competitividad del sector agropecuario que se revierte en la deficiente oferta alimentaria y que se remplaza por la introducción de nuevos agentes externos nacionales, pero mayormente internacionales, que controlan el usos de la tierra, y adicionalmente, por la presencia de grupos armados que limitan libre vivir de las poblaciones campesinas. El conflicto en el uso del suelo también esta cambiando la estructura familiar que debe acogerse a nuevas dinámicas de empleo, que no facilitan el aumento del ingreso rural, y mantienen los altos niveles de pobreza y miseria y adicionalmente pone en riesgo los valores culturales y las tradiciones locales. Estos factores negativos se agudizan aún más en las mujeres provocándoles mayor vulnerabilidad dada por el limitado acceso a la tierra, a créditos de inversión para la producción y adicionalmente por el sufrimiento que tienen que soportar al ser victimas sexuales de la guerra desde temprana edad, en muchos caso convirtiéndose en madres y tomado el mando de la productividad de sus parcelas.

En resumen, las falta de políticas claras para la posesión y uso de la tierra y la crisis que está presente en el campo, traen graves consecuencias que hacen insostenible el territorio a menos que se generen acciones con visión de futuro sustentable, que tengan como centro el bienestar de los grupos humanos rurales y el uso responsable de los recursos naturales y la preservación de la biodiversidad. La sustentabilidad en Colombia debe superar algunos obstáculos que han impedido el desarrollo armónico de la estructura social a partir de políticas y acciones que propendan por el acceso a la tierra, la producción, la inversión y la participación, con el objeto de superar la pobreza y mejorar los niveles de vida de los habitantes rurales. Estas acciones deben estar dirigidas a redefinir las políticas de gobierno que superen efectos negativos como la dificultad para la modernización y actualización del catastro y titulación de la propiedad rural que traería como consecuencia el pago de mayores tributos para el desarrollo de la región; la desbalanceada productividad de la tierra que genera un gran antagonismo entre el minifundio y el latifundio; el conflicto del uso productivo ilimitado y no regulado de los recursos naturales; las condiciones laborales y sociales inequitativas; el limitado acceso al mercado y comercialización a diferentes escalas; y la distante y poco participativa relación con el sistema gubernamental y la política pública.

Sin duda la tierra es un bien común, un elemento estratégico para el desarrollo integral de las comunidades principalmente de las rurales, pero la estructura de tenencia y los conflictos en el campo se han convertido en un obstáculo por su concentración en unos pocos. En la medida en que el campo ofrezcan mayores oportunidades de desarrollo integral se disminuirá también las presiones en las áreas urbanas y se disminuirá también el abandono del campo y la agricultura y la perdida de la cultura y las tradiciones locales.

Esto quiere decir, que el gran problema de la urbanización planetaria, es inseparable de las inequidades y de la negligencia hacia el campo, olvidando que el mundo rural es el que nutre nuestras ciudades. El informe del PNUD sobre la Colombia rural, propone las siguientes cuestionamientos los cuales abren un horizonte de reflexión y esperanza para el Desarrollo Humano Integral y Sustentable fundamentado en el mejoramiento de las condiciones de vida en el campo: ¿Cómo considerar que un mundo rural, extremadamente estrecho demográficamente, puede nutrir un tejido urbano enorme, cuando la tendencia a la urbanización no solamente amplía la cantidad de ciudades, sino que además crea suburbios, arrabales, poblados en las afueras, guetos, barrios de invasión? Este proceso de rápido e incontrolado de la ciudades también crea nuevos tipos de ciudades que por su expansión difusa se convierten en megalópolis, con cifras de habitantes que se incrementan aceleradamente y pasan a albergar decena de millones y que adicionalmente, dan paso a las conurbaciones y a enormes aglomeraciones de ciudades estrechamente vinculadas.

En consecuencia, hoy día, no se puede pensar en una política urbana sin pensar una política rural o sin pensar en una ciudad que contemple el mejoramiento de sus calidades del ambiente natural. Ciudades con características ecológicas donde se mitigue el impacto de lo construido dando prioridad a lo natural; cuyas fuentes de energía no sean contaminantes; privilegien el transporte público y colectivo; contengan amplias zonas peatonales y circuitos para bicicletas; generen sub-centros a pequeña y mediana escala donde los servicios básicos sean de fácil acceso y cortas distancias, y se promueva la penetración de los sistemas naturales y del campo a la ciudad con la agricultura urbana,  jardines, huertas comunitarias y cuerpos de agua, entre otros aspectos.

La Carta Medellín. Sobre el porvenir humano de las urbes del mundo resultado de las conclusiones del Foro Urbano Mundial –WUF7, hace un llamado a las considerar las políticas y acciones que reactiven la relación reciproca entre el campo y la ciudad para lo cual se requiere entender de manera armónica las dimensiones complejas sociales, culturales, económicas, políticas y ambientales de los dos contextos. Pensar en una gobernanza urbana y rural incluyente y participativa, que ensamble los grupos los actores y las propiedades de los dos ambientes, que permita superar los efectos nocivos de la separación de la vida rural y la vida urbana. Para ello se requiere del comprometido y responsable y concurso de las autoridades municipales y nacionales, de representantes de la sociedad civil, de profesionales cualificados que aporte a un entendimiento interdisciplinario de la compleja realidad y los problemas, desde la historia, arquitectura, urbanismo, sociología, antropología, biología y otros, que posibiliten proponer soluciones e iniciativas para coordinar y unir la ciudad y el campo.

En conclusión, es necesario comprender que no podrá haber reformas urbanas y rurales, sociales y económicas, políticas y educativas sin una reforma ética y una arraigada esperanza en el futuro. En el caso particular de Colombia y algunos países que también viven un conflicto armado, es necesario reconstruir una visión de futuro y el sueño de una nación que debe comprometerse con la paz dando un salto hacia adelante y dejando atrás los horrores de la violencia, el odio, el sufrimiento, la venganza y el dolor y dando paso a la esperanza, hacia un compromiso sólido con la reconciliación como base fundamental para alcanzar el Desarrollo Humano Integral y Sustentable. Actualmente, Colombia pasa por grandes cambios, la firma de la paz con algunos de los grupos armados, el incremento sustancial de los índices de la productividad económica gracias a tratados de libre comercio, el impulso de la inversión extranjera y las mejores condiciones de seguridad y participación ciudadana, que hacen que se vislumbre un futuro promisorio con la esperanza del mejoramiento de la calidad de vida de los colombianos y la superación de los niveles de inequidad y de extrema pobreza.

Referencias bibliográficas:
CEPAL, Naciones Unidas. (2012). Población, territorio y desarrollo sostenible. Ecuador.
PNUD. (2011). Razones para la esperanza Colombia rural. Retrieved from http://escuelapnud.org/biblioteca/documentos/abiertos/06_indh2011co.pdf
Max Neff, M. Desarrollo a escala humana. Una opción para el futuro. Medellín: Cepaur, 1984b. http://habitat.aq.upm.es/deh/
WUF7, ONU-Habitat. (2014). Carta Medellín. Sobre el porvenir humano de las urbes del mundo. Medellin.


Note

[1] La Universidad de La Salle, Proyectos Educativo Universitario Lasallista - PEUL: “Nuestra misión es la educación integral y la generación de conocimiento que aporte a la transformación social y productiva del país. Así́, participamos activamente en la construcción de una sociedad justa y en paz mediante la formación de profesionales que por su conocimiento, sus valores, su capacidad de trabajo colegiado, su sensibilidad social y su sentido de pertenencia al país inmerso en un mundo globalizado, contribuyan a la búsqueda de la equidad, la defensa de la vida, la construcción de la nacionalidad y el compromiso con el desarrollo humano integral y sustentable.”
“El desarrollo humano integral y sustentable implica que el respeto y defensa de la dignidad de la persona es el centro de los procesos de desarrollo social, científico y cultural tanto para las presentes como para las futuras generaciones. Como referente, que debemos preservar y reforzar, entendemos que nuestra misión se articula en torno al desarrollo con las siguientes características: socialmente participativo, culturalmente apropiado, técnicamente limpio, ecológicamente compatible, económicamente viable y sostenible, políticamente impactante, y éticamente responsable y pertinente.”